Según el polémico artículo de opinión de alguien que es descrito como "alto funcionario del gobierno" publicado por 'The New York Times', la capacidad mental del mandatario es tema de preocupación, al punto que se ha hablado de activar un mecanismo para su destitución.
WASHINGTON, DC.- Dudar de la capacidad mental o de la idoneidad del adversario debe ser una de las más frecuentes descalificaciones que se hacen entre sí políticos rivales en todos los países. Pero en el caso de Donald Trump parece que las dudas están en su propio equipo de gobierno y pueden amenazar su permanencia en el cargo.
Según un inusual y polémico artículo de opinión sin firma que publicó este miércoles en su página editorial The New York Times, alguien que es descrito como funcionario del gobierno de Trump asegura que la capacidad mental del mandatario ha sido tema de preocupación, al punto que se ha hablado de activar un mecanismo que permite su destitución.
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“Dada la inestabilidad que muchos hemos presenciado, hubo tempranos cuchicheos dentro del gabinete de invocar la Enmienda 25, lo que dispararía un complejo proceso para sacar al presidente. Pero nadie quería precipitar una crisis constitucional”, indica el anónimo autor de la nota.
No es la primera vez que alguien expresa dudas sobre la salud mental del presidente de 72 años. Algunos han asegurado que sus competencias están disminuidas y se refieren a cómo ha cambiado su competencia verbal en las últimas tres décadas. En mayo pasado, cuando su anterior médico personal aseguró que el certificado de salud que había dado sobre Trump cuando era candidato lo había redactado el propio magnate surgieron dudas sobre la capacidad mental del ahora presidente.
Pero esta es la primera que alguien dentro del gobierno, como afirma el diario neoyorquino que es este autodenominado miembro de la 'resistencia' que escribe el artículo, se refiere al planteamiento de destituir al presidente declarándolo incapaz de gobernar.
La sola sugerencia de que el vicepresidente, junto a 8 de los 15 miembros del gabinete, pueda usar el expediente para sacar al presidente suena a algunos, no solo a los acólitos de Trump, como un intento de dar un golpe de Estado palaciego. Eso sin contar los inmensos problemas políticos y constitucionales que acarrearía.
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Qué dice la enmienda
La enmienda fue aprobada en 1967, cuatro años después del asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy. En sus primeros puntos establece cómo es el procedimiento para sustituir al mandatario en caso de muerte o renuncia, cosa que se puso en práctica en 1974 cuando el renunciante Richard Nixon dejó el poder en manos de su vicepresidente Gerald Ford.
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Pero en su sección 4 indica: “Cuando quiera que el vicepresidente y la mayoría, bien de los principales funcionarios de los departamentos ejecutivos o de otro cuerpo que el Congreso pueda proveer por ley, transmitan al presidente pro tempore del Senado y al presidente de la Cámara de Representantes su declaración escrita de que el presidente es incapaz de ejercer los poderes y obligaciones de su cargo, el vicepresidente asumirá inmediatamente los poderes y obligaciones de la oficina como presidente interino”.
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El texto señala que el presidente desplazado puede eventualmente escribir a esos mismos líderes del Congreso para explicarles que tal incapacidad ya no existe y reanudar sus funciones, salvo que el vicepresidente y la mayoría del gabinete indiquen en los siguientes cuatro días por escrito que el mandatario sigue estando impedido de gobernar.
En ese momento, el Congreso abre una convocatoria de 48 horas para considerar el asunto en los siguientes 21 días después de recibido ese último texto y decidir si el presidente está en la capacidad o no de ejercer su cargo. Se requieren dos tercios de los votos en ambas cámaras para declarar incapacitado al presidente. En caso contrario el suspendido retomará su cargo.
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El caso JFK
La Enmienda 25 no fue pensada como mecanismo alternativo para sustituir a un presidente que sea impopular o cuyo juicio ponga seriamente en duda una parte de la población (cosas que se pueden aplicar a Trump). Fue redactada para aclarar el asunto de la sucesión que no estaba bien delineado en la Constitución.
Imagen Getty Images
Hay que recordar que fue incorporada a la Constitución luego de que el presidente John Fitzgerald Kennedy fuera asesinado a balazos por Harvey Lee Oswald. Si Kennedy hubiera sobrevivido a las balas de Oswald, por la naturaleza de sus heridas en la cabeza que implicaron pérdida de masa encefálica, habría estado cognitivamente limitado y posiblemente en estado vegetal.
Sin embargo, por la manera como está redactada la pieza deja una gran discreción a quienes están llamados a activarla.
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Un punto que destacan algunos es que no hace falta una evaluación medida (ni siquiera hace falta que la razón sea demostradamente médica) para invocarla. Es la percepción del vicepresidente y del gabinete la única razón válida, en el entendido de que trabajan cerca del mandatario y saben lo que les pasa.
Ahora algunos parecen creer que es una posible vía para sacar a Trump porque consideran que su comportamiento es un peligro para la seguridad nacional y hasta la estabilidad democrática.
¿Pence al frente?
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Tras los choques entre supremacistas blancos y grupos antirracistas ocurridos en Charlottesville, Virginia, en agosto del año pasado, la congresista demócrata de California Jackie Speier lo planteó públicamente por considerar que Trump exhibía un “comportamiento errático e inestabilidad mental”.
Era la explicación que Speier le daba a la desafortunada reacción del presidente a los eventos en Virginia, cuando culpó a “ambos bandos” de la violencia que dejó muerta a la activista liberal Heather Heyer, equiparando a grupos racistas con defensores de los derechos humanos.
La Sección 4 de la Enmienda 25 nunca se ha activado y, por las condiciones políticas actuales, es muy poco probable que pueda invocarse.
Es difícil imaginarse al vicepresidente Mike Pence y una mayoría de al menos 8 funcionarios del gabinete nombrados por Trump, un presidente que exige permanentemente lealtad, haciendo semejante petición. Y eso en el caso de que alguno de ellos pensara que la sanidad mental del presidente está en entredicho.
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Imagen Getty Images/Scott Olson
Pensar que algunos presidentes podrían no haber estado en su sano juicio al tomar decisiones trascendentes es, cuando menos, inquietante. Pero todo apunta a que ha ocurrido con más frecuencia de la que políticos e historiadores a veces quisieran admitir.
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